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Recomponer la unidad del Racing

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La unidad del racinguismo, patente desde el plante en el partido de la Copa del Rey y en la posterior junta de accionistas que puso fin a la ominosa gestión de Ángel Lavín y Francisco Pernía, está de nuevo amenazada por la abrupta crisis que ha reventado el nuevo Consejo de Administración. La paz sólo ha durado 25 días, por desgracia, un tiempo tan corto que debe empujar al racinguismo a una profunda reflexión. Sin entrar a valorar sus causas, esta nueva convulsión ha provocado una decepción generalizada entre los aficionados. Los hinchas que recuperaron la sonrisa, que desempolvaron sus bufandas, que hicieron colas para sacar sus abonos y rebosaron las gradas del Sardinero merecen mucho más respeto que el demostrado en el lamentable espectáculo ofrecido en la noche del martes por los dos bandos enfrentados en el seno de la directiva. Las ambiciones, las luchas por el poder y las injerencias externas nunca son constructivas, pero mucho menos en un club al borde de la desaparición.

En realidad, la firme cohesión demostrada por la sociedad cántabra en torno al Racing jamás se vio reflejada en el Consejo. Desde sus primeras horas han sido dos grupos operando por libre, con una deficiente comunicación interna, gobernados desde fuera del propio Consejo y bajo presiones políticas. Ahora, las riendas del Racing han quedado en manos de los tres exjugadores presentes en el órgano directivo, Tuto Sañudo, como presidente, Pedro Alba y Paco Liaño, con la tutela externa de Manolo Higuera y Quique Setién. Abandonan la directiva los cinco consejeros afines a José Gabriel Sáinz de la Maza, que ya había anunciado su renuncia a la presidencia de la Fundación Racing y su desvinculación de la entidad. Con independencia de los posibles errores en su actuación, sería injusto olvidar que Sainz de la Maza y su equipo fueron los artífices de la caída ‘judicial’ de Ángel Lavín, el gran anhelo de todo el racinguismo durante mucho tiempo y el objetivo en el que habían fracasado hasta entonces todos los demás, incluido el Gobierno de Cantabria. Desde esta perspectiva, su salida, aunque voluntaria, supone un inmerecido desaire. Otras de las cuestiones que no pueden ignorarse es que la mayoría accionarial del club continúa en manos del administrador judicial holandés y que, salvo sorpresa, volverá a Jacobo Montalvo cuando se resuelvan los recursos.

A partir de ahora, el Consejo está obligado a restaurar la resquebrajada unidad del racinguismo y neutralizar el déficit de credibilidad que se ha generado sobre su capacidad operativa. Para empezar, el Consejo debe ser consciente de que la dirección y la representatividad del Racing no corresponde solo a los exjugadores, sino que debe estar abierto a todas las instancias sociales, entre ellas los pequeños accionistas, peñas y abonados. Además, es preciso que los nuevos gestores formulen con claridad y cuanto antes la hoja de ruta que van a seguir, al menos hasta el 30 de junio, para preservar la supervivencia del club en las mejores condiciones posibles. Precisamente, uno de los errores cometidos por el último consejo ha sido el funcionar teledirigido desde fuera: por Manolo Higuera, por una parte, y por José Gabriel Sainz de la Maza, por otro. Toda su futura gestión debe ser ejecutada con la máxima transparencia, sin la opacidad de las últimas semanas y con los directivos reales a pie de obra y en primera línea, o sea en la directiva, sin bambalinas ni interferencias exteriores, ni de Cantabria ni desde la larga distancia.

Fuente: El Diario Montañés


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